Hace unos meses asistí a un curso sobre Políticas de Igualdad. Mi perplejidad se hizo patente cuando escuchaba hablar del patriarcado como contraposición a un supuesto y anterior matriarcado tomado como real (que habría existido realmente) y cómo esa tesis era aceptada como buena por muchos de los asistentes. Si uno intenta indagar seriamente en el tema se dará cuenta de que el matriarcado no existió de forma real sino que es un mito antropológico (creado por algunos teóricos de la antropología por sus deducciones pero que nunca llegó a existir en la práctica). Para adentrarnos en el supuesto matriarcado o gobierno de las mujeres en la sociedad, en algún momento y en algún lugar de nuestra humanidad hemos de recurrir a la Antropología y a la segunda mitad del siglo XIX.
En el siglo XIX la Antropología incluía un amplio campo de estudio desde la paleontología del cuaternario al folclore europeo, pasando por el estudio comparado de los pueblos aborígenes. En su segunda mitad se desarrollaron los llamados “evolucionismos”. El campo de estudio era el mencionado anteriormente pero el enfoque teórico para afrontarlo partía de que así como las especies evolucionaban de organismos sencillos a otros más complejos, las sociedades y las culturas de los humanos debían seguir el mismo proceso de evolución hasta producir estructuras complejas como su propia sociedad. El paso desde peces a reptiles, reptiles-aves y reptiles-mamíferos, primates superiores-homínidos y de la evolución de estos al hombre primitivo y de éste a las ciudades-estado (pasando por una evolución en sus creencias religiosas, en sus modelos sociales de gobierno con un inicial matriarcado en culturas de adoración a una diosa madre como las calcolíticas mediterráneas y de Oriente Próximo en oposición a una posterior evolución a tipos patriarcales que se darían en una amplísima zona donde se produjeron invasiones de indoeuropeos coincidiendo con la llegada de la Edad del Hierro; albergaría desde nuestra Península Iberia hasta el Indostán incluido), y de éstas a las civilizaciones hasta llegar a la actualidad.
Esa imagen que triunfó durante un tiempo en la historiografía no se sostiene desde hace unos 90 años (por la década de los años veinte del siglo XX). Rescatado quizá hace escasas décadas por grupos feministas a los que les encajaría genial un inicial gobierno de las mujeres en el que los hombres estarían subordinados por las armas, éstos se rebelarían contra ellas y ostentarían el poder subsumiendo a las féminas y desde entonces están conspirando para explotar y degradar al sexo femenino. Teoría disparatada cómo trataré de explicar a lo largo de estas líneas. Personalmente considero un error el enfoque de generar una guerra de sexos por mucho que hayan estado (que lo han estado y aún continúan en muchos aspectos) subyugadas las mujeres.
En un principio la Antropología se interesó por las mujeres casi exclusivamente por su importancia en los temas de parentesco, dentro de los que se incluye la polémica sobre si existió o no un sistema de organización social en el que las mujeres detentaran el poder.
En un principio la Antropología se interesó por las mujeres casi exclusivamente por su importancia en los temas de parentesco, dentro de los que se incluye la polémica sobre si existió o no un sistema de organización social en el que las mujeres detentaran el poder.

Bachofen (1861), basándose en la mitología y en el derecho clásicos, sostiene la existencia de un matriarcado o ginecocracia y lo sitúa en un estadio de evolución humana anterior al patriarcado. Según el estudioso suizo, este matriarcado primitivo "se marchitó con el victorioso desarrollo" del patriarcado. Confunde “el gobierno de las mujeres” con la matrilinealidad o pertenencia exclusiva de la descendencia a la línea de la madre, como sucederá en los escritos de todos los antropólogos que, hasta Malinowski, sostendrán la existencia de un matriarcado primitivo.
Para Bachofen, la existencia de divinidades femeninas es prueba de que las mujeres dominaron la sociedad en algún momento de la historia porque, a su juicio, la tradición mítica refleja con fidelidad la realidad social y sus leyes.
Sin embargo, el culto a las diosas no implica necesariamente un estatus superior para las mujeres “de carne y hueso” y, mucho menos, que el poder estuviera en sus manos. Por el contrario, el culto a las divinidades femeninas puede interpretarse como una exaltación de las funciones reproductoras de las mujeres, fenómeno éste que se produce en el orden patriarcal que considera a las mujeres en tanto productoras de hijos.
Para Bachofen, la existencia de divinidades femeninas es prueba de que las mujeres dominaron la sociedad en algún momento de la historia porque, a su juicio, la tradición mítica refleja con fidelidad la realidad social y sus leyes.
Sin embargo, el culto a las diosas no implica necesariamente un estatus superior para las mujeres “de carne y hueso” y, mucho menos, que el poder estuviera en sus manos. Por el contrario, el culto a las divinidades femeninas puede interpretarse como una exaltación de las funciones reproductoras de las mujeres, fenómeno éste que se produce en el orden patriarcal que considera a las mujeres en tanto productoras de hijos.
Podríamos interpretar estos mitos como un recurso patriarcal para justificar que el poder se halle en manos de los varones, porque, al fin y al cabo, ya lo tuvieron antes las mujeres. Los mitos que narran la existencia de matriarcados primitivos podrían funcionar como legitimadores del poder masculino porque, de acuerdo a estos relatos, si las mujeres perdieron su estatus y sus privilegios fue por no saber gobernar con diligencia y justicia. Así, algunos mitos amazónicos cuentan que los varones vivían subyugados a las mujeres, las cuales poseían peligrosas vaginas dentadas. Los hombres se liberaron de la opresión femenina al arrancarles a las mujeres los dientes de sus vaginas y convertirlas en penetrables, podríamos añadir. Otros mitos, como el letuama y el macuma narran que las mujeres poseían los saberes de la caza, la pesca y la fecundación hasta que los hombres se rebelaron y vencieron al matriarcado, embarazando a las mujeres.

El Matriarcado (Bachofen, 1861)
Otras pruebas, irrefutables para Bachofen, de que los matriarcados existieron son "el mayor culto ofrecido a la luna, más que al sol, la preferencia mostrada por la tierra concipiente más que por el mar fecundante, por el lado oscuro de la muerte en la naturaleza más que por el luminoso del ser, por los muertos más que por los vivos, por la tristeza, duelo o luto, más que por la alegría (..)". Sin embargo, debemos tener en cuenta que la atribución de características femeninas a la tierra, la luna, la noche y la muerte y la concepción del cielo el sol, el día y la vida como masculinos es propia de los sistemas patriarcales que establecen una jerarquía en la que lo feminizado de la Naturaleza es inferior, oscuro, misterioso y peligroso y lo masculinizado es superior, luminoso, claro y dador de vida.
El matriarcado aparece dibujado por nuestro autor como íntimamente ligado a lo religioso, a la religiosidad oscura y lírica que rodea la adoración de deidades femeninas porque "...siempre que la mujer está situada en la cumbre, tanto de la vida como en el culto, se preservará el misterio con todos los cuidados". Es el misterio que envuelve la religión ginecocéntrica el arma que usaron las mujeres para arrebatar el poder concedido por las leyes naturales al más fuerte con "...manos más débiles".
Este matriarcado primigenio habría sido derrocado por el patriarcado cuando los varones descubrieron la paternidad, es decir al conocer su contribución biológica a la reproducción de la especie, que se traduce en el encumbramiento del masculino sol como astro más poderoso y venerado. El autor explica este cambio de gobierno recurriendo a la Orestíada de Esquilo, donde se narra cómo el derecho paterno vence al derecho materno tras enfrentarse, porque según las palabras de Apolo en esta obra: "Del hijo no es la madre engendradora/ es nodriza tan sólo de la siembra/ que en ella sembró. Quien la fecunda/ ése es su engendrador (...).
Este matriarcado primigenio habría sido derrocado por el patriarcado cuando los varones descubrieron la paternidad, es decir al conocer su contribución biológica a la reproducción de la especie, que se traduce en el encumbramiento del masculino sol como astro más poderoso y venerado. El autor explica este cambio de gobierno recurriendo a la Orestíada de Esquilo, donde se narra cómo el derecho paterno vence al derecho materno tras enfrentarse, porque según las palabras de Apolo en esta obra: "Del hijo no es la madre engendradora/ es nodriza tan sólo de la siembra/ que en ella sembró. Quien la fecunda/ ése es su engendrador (...).

El evolucionista Lewis Morgan estudia a los matrilineales amerindios iroqueses, en los que creyó encontrar el prototipo de ciudad matriarcal a la que Bachofen se refería. La organización social de estos pueblos permite a las mujeres controlar la economía cuya base es la horticultura Pero no puede hablarse de matriarcado porque, como han demostrado investigaciones posteriores, los representantes políticos son única y exclusivamente varones, luego la capacidad de decidir sobre asuntos que conciernen a toda la sociedad está vetada para las mujeres.
Del mismo siglo y perteneciente a la misma escuela teórica que Morgan, Maine, con su libro Ancient Law, en el que no sigue un planteamiento evolucionista, afirma la prioridad histórica del patriarcado sobre el matriarcado. Basándose en el derecho romano y en la India antigua, Maine considera que la primera comunidad humana fue la de los parientes agnados o hermanos que cohabitan con sus mujeres y su descendencia, o dicho de otra forma, afirma que la primera familia fue de tipo extenso patrilocal.
Del mismo siglo y perteneciente a la misma escuela teórica que Morgan, Maine, con su libro Ancient Law, en el que no sigue un planteamiento evolucionista, afirma la prioridad histórica del patriarcado sobre el matriarcado. Basándose en el derecho romano y en la India antigua, Maine considera que la primera comunidad humana fue la de los parientes agnados o hermanos que cohabitan con sus mujeres y su descendencia, o dicho de otra forma, afirma que la primera familia fue de tipo extenso patrilocal.

El debate sobre la existencia del matriarcado se cierra con Malinowski (sobre los años 20 del siglo XX) que aclara la confusión evolucionista entre matriarcado y matrifocalidad (descendencia perteneciente a la línea materna de manera exclusiva y residencia del matrimonio en el lugar de nacimiento de la mujer). Aunque es cierto que en las sociedades con matrilinealidad o matrilocalidad (residencia del matrimonio en el lugar de nacimiento de la mujer) las mujeres disfrutan de un estatus más alto que en las sociedades patrilineales (con descendencia de pertenencia exclusiva a la línea materna) o patrilocales (con residencia del matrimonio en el lugar de origen del varón). Esto no significa que el poder lo detenten las mujeres. Ahora bien, no es lo mismo para una mujer ser “la extraña en casa de extraños”, como ocurre cuando prevalece el principio de patrilocalidad, que vivir en el asentamiento donde se crió y donde vive su familia. De la misma forma, es distinta la cantidad de poder que puede ejercer una mujer cuya descendencia pertenezca a su linaje que otra mujer cuyos hijos pertenezcan al varón. Sin embargo incluso en estos casos el poder lo acaba detentando el hermano de la mujer, el sobrino de la tía, pero sigue estando en manos de hombres las decisiones económico-sociales y a día de hoy sigue sin demostrarse un solo caso de matriarcado en el mundo (ni actual ni del pasado).
La polémica sobre la existencia del matriarcado se retomó con el surgimiento de la Antropología del género y, en la actualidad, algunos sectores del feminismo sostienen que “el gobierno de las mujeres” primigenio fue una realidad y no sólo un mito.Teniendo en cuenta que las sociedades recolectoras/cazadoras de las que hoy se tiene noticia no son ni siquiera igualitarias, el patriarcado o sistema en que los varones poseen mayor poder y autoridad parece presentarse como la forma organización social que ha acompañado a los humanos desde que lo son.
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Las especies evolutivamente más cercanas al “homo sapiens” que pueblan hoy nuestro planeta (gorilas, chimpancés y orangutanes), observaremos que su organización es patriarcal y nuestros orígenes no debieron ser muy distintos a su situación actual. No afirmo que el patriarcado se lleve en los genes y por tanto, sea inderrocable, sino que el sistema de organización social de los grandes simios que también son seres culturales y con cierta capacidad de abstracción (aunque desde mi punto de vista no son capaces de significar esa abstracción o el simbolismo) como el de todas las sociedades humanas conocidas, el patriarcado. Si se puede sostener que todas las sociedades humanas son patriarcales sin que ello implique esencialismo, no debe parecer un determinismo biológico indicar como dato significativo para la antropología que las sociedades de otros primates cercanos (los gorilas, por ejemplo tienen un cociente intelectual de 70, como los humanos con deficiencia mental leve) también son patriarcales. Como se ha podido comprobar para el fenómeno de la agresividad masculina, Naturaleza y Cultura se hallan en una continua relación de retroalimentación pero la Cultura tiene el peso determinante. Por lo tanto en prácticamente todas las culturas conocidas se tengan estructuras patriarcales tiene más que ver con una estrategia adaptativa que no con la sumisión de la mujer a lo largo de la historia (aunque la realidad nos indica que han ido de la mano).

Opino como Marvin Harris cuando decía en el capítulo “El macho salvaje” de Vacas, cerdos, guerras y brujas aquello de que el sexo que controle la tecnología de la defensa y de la agresión para la autosupervivencia del grupo será quien domine. Y que yo sepa en todas las culturas del mundo siempre se ha otorgado este control al sexo masculino. Se podría esperar si las mujeres han controlado la educación de los niños/niñas que formaran niñas solidarias y agresivas a la par que niños tímidos, obedientes, trabajadores y recompensándoles por ser pasivos y no agresivos. Las mujeres monopolizarían la dirección de los grupos locales, serían las responsables de las relaciones chamánicas con los sobrenatural, Dios sería llamado ELLA y se esperaría que la forma de matrimonio ideal fuese la poliandria (con una sola mujer controlando los favores sexuales y económicos de varios hombres).
Pero la guerra es la que acaba con todas estas posibilidades y obliga por los enfrentamientos armados a generar varones feroces para garantizar la supervivencia de ese grupo. ¿Acabando con la guerra acabaremos con la creación educativa de individuos agresivos que ya no son necesarios para la superviviencia del grupo? ¿Para conseguir esto tendríamos que acabar con tantos comportamientos sociales en los que sin ser conscientes premiamos ese tipo de individuos y los legitimamos socialmente y consideramos bobos y pasmados precisamente a los no agresivos? ¿Qué tipo de hombre, en general acaban eligiendo o prefieren las mujeres como su pareja?¿Al agresivo-chulito que genera la dominación?¿Al pasivo-tímido que no genera problemas? ¿Qué opináis? No obstante, lo que está claro es que el matriarcado como tal no deja de ser un mito antropológico, rescatado recientemente.
Pero la guerra es la que acaba con todas estas posibilidades y obliga por los enfrentamientos armados a generar varones feroces para garantizar la supervivencia de ese grupo. ¿Acabando con la guerra acabaremos con la creación educativa de individuos agresivos que ya no son necesarios para la superviviencia del grupo? ¿Para conseguir esto tendríamos que acabar con tantos comportamientos sociales en los que sin ser conscientes premiamos ese tipo de individuos y los legitimamos socialmente y consideramos bobos y pasmados precisamente a los no agresivos? ¿Qué tipo de hombre, en general acaban eligiendo o prefieren las mujeres como su pareja?¿Al agresivo-chulito que genera la dominación?¿Al pasivo-tímido que no genera problemas? ¿Qué opináis? No obstante, lo que está claro es que el matriarcado como tal no deja de ser un mito antropológico, rescatado recientemente.
Chema García