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Audiopoema: Me gustas cuando callas por que está cómo ausente...





Poema 15 de Pablo Neruda.


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Audiopoema: Te quiero (M. Benedetti)





Un sublime poema, de alguien sublime. Un pequeño homenaje a su figura.

Te Quiero. Voz: Chema García

Audiopoema: Por que son, niña , tus ojos... verdes como el mar te quejas.






Procedente de su "Libro de los Gorriones" cómo su propio autor, Gustavo Adolfo D. Bécquer, llamaría en Junio de 1868 y, sin embargo, sus amigos las juntaron en un libro de forma póstuma en 1871 al que llamaron: "Rimas". Este poema correspondería a la Rima XII "Por que son, niña, tus ojos... verdes".

Voz: Chema García

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El origen de la "retórica" en la Grecia Clásica y la "Spanish revolution"







Sicilia, Siracusa año 460 a. C. se le atribuye a Corax y a Tisias el nacimiento de la “retórica” en la Grecia Clásica. La retórica es la disciplina transversal a distintos campos de conocimiento (ciencia de la literatura, ciencia política, publicidad, periodismo, etcétera) que se ocupa de estudiar y de sistematizar procedimientos y técnicas de utilización del lenguaje puestos al servicio de una finalidad persuasiva o estética del mismo, añadida a su finalidad comunicativa. Sin lugar a dudas en estos días de movimientos sociales los discursos, las soflamas y la retórica han adquirido una importancia sin precedentes.

Un “retor” era un Comunity Manager de la época y hoy en día de forma espontánea, surgen “retores” anónimos que ensalzan o critican figuras o razones en todo tipo de eventos (sindicales, políticos, ceremonias de entregas de premios de todo tipo, etcétera) puesto que son minutos de gloria en la que se tiene la atención de toda la concurrencia. Por eso no surgen líderes a los que seguir, por que la gente no quiere líderes, ni cultos a personas, sino discursos coherentes con capacidad de puesta en práctica (predicando con el ejemplo) y proponiendo y llevando a cabo soluciones reales a lo reivindicado en cualquier tertulia de amigos.

El origen de esta “retórica” se remonta a Sicilia, en una época de incertidumbre política, en la que demócratas y tiranos se suceden en la forma de gobierno en un tira y afloja en el que el pueblo es el único perjudicado. Cuando vencían los demócratas instauraban un sistema en el que los que tenían derecho a voto podían elegir los cargos públicos para gestionar el gobierno de la polis (o ciudad-estado). Cuando eran elegidos algunos se erigían unilateralmente en dueños y señores e instauraban sus tiranías. En un momento dado, ante el hartazgo de los convecinos y cuando militarmente era posible se reinstauraba el poder (en ocasiones hasta que no se producía el debilitamiento e incluso muerte del tirano no se acaba con la tiranía e incluso a veces los tiranos imponían a sus hijos o sucesores intentando generar auténticas dinastías).

En esos años una tiranía es sustituida por un régimen democrático. La reinstauración de la democracia (otra vez más) traerá el primer intento “real” y constatado de recuperar las tierras que los tiranos expropiaron a su antojo y sin garantía jurídica alguna a los antiguos gestores demócraticos. La problemática fue expuesta y aceptada a trámite por tribunales libres que estaban formados por ciudadanos y que dirimían los pleitos a costa de su decisión. Su formación no era jurídica, y aunque se empeñaban en hacer su labor de la mejor manera posible, antes o después se dejaban convencer por quien tuviera el mejor discurso para defender la tesis de alguno de los litigantes. Sus decisiones se basaban en las disertaciones que realizaban las partes y no en la búsqueda de pruebas y hechos objetivos.

El sistema se cerraba con la intervención de otro puñado de ciudadanos que conformaban un jurado. Los elementos técnicos eran inexistentes, la instrucción de los casos parca e insuficiente y la legítima propiedad de las tierras el tema más llevado a un juicio en el que aún no existían los abogados. La justicia estaba en manos de este jurado ciudadano conformado al principio por aristócratas de pelo blanco y arrugas de ver salir muchas veces el sol, pero con el tiempo se hicieron “democráticos” pues sus miembros no pertenecían a las clases más altas. Con el tiempo, para evitar los sobornos, y (sobre todo en el caso ateniense) se sorteaba a quienes formaban parte de qué jurado para encausar qué causa.

En estas, un par de espabilados llamados Córax y Tisias, recopilaron todos los discursos en un inventario que sería el primer manual de “retórica”. Se dieron cuenta de que ante determinados juicios, estudiar sus elementos y qué circunstancias eran más proclives para convencer a los miembros del jurado. La trascendencia de estos discursos aumentaba al ser las decisiones inapelables. Este recetario de buenas maneras para la elaboración de un discurso destinado a triunfar, junto con el desarrollo de los sofistas, ciudadanos especializados en “conocer la verdad” para más tarde mostrarla pero antes tenían que envolverla a su antojo para dar la imagen requerida por ellos, cómo ya nos cuenta Píndaro unos años antes, y que eran contratados por los más pudientes para convencer tanto en las ágoras cómo en las asambleas. Se les buscaba cuando era posible tener que tomar una decisión, bien de forma democrática o simplemente en los negocios para aumentar sus ganancias. Estos “charlatanes”, algunos juiciosos y muy buenos maestros, otros tan nefastos para la sociedad que se introduce el tener que poner el nombre del “vecino” indeseable en una concha u ostracon y al que se le condena al exilio o cómo ellos lo llamaban al “ostracismo” sin reparo ni remedio, por pervertir a la sociedad con sus ensañanzas (agravado si cabe, si era a la juventud cómo acusaron y condenaron a muerte Sócrates).

Esto demuestra que ya en sus orígenes la democracia en la Grecia Clásica tenía a los “jóvenes” por un colectivo al que proteger y por otra parte la democracia no ha sido real y transparente nunca, ni siquiera desde sus orígenes. Pero también eran muy conscientes de que conseguir ese sistema democrático había costado muchos años y muchas vidas y mucho sacrificio, cómo para utilizarlo cómo un juguete o un antojo (de ahí que Sócrates tuviera el final que tuvo).

Con lo cual la Spanish revolution cómo yo la veo es una arenga y una protesta hacia quien tiene algún tipo de responsabilidad política y social para tratar de que se produzcan cambios internos (desde dentro) y pacíficos para mejorar el sistema. Es cierto que a tenor de lo que comentan algunas personas que se erigen en portavoces (que nadie les ha otorgado esa representación y si alguien lo ha hecho, no cuentan ni con la aprobación, ni con la representación de nadie, puesto que nadie les ha elegido democráticamente) parece lo contrario. Este movimiento ha despertado una simpatía sin precedentes (y con la que en parte comparto) para mostrar un hartazgo y que muchas cosas se pueden cambiar y hay que cambiarlas, pero sin perder de vista que la democracia es el sistema para llegar hasta esas metas.

Chema García

Cara de calcetín: Un cuento de algo más de cinco minutos







¿Te cuento un cuento?
Sí, por favor

¿Cuánto tiempo tenemos?
5 minutos

Pues, te voy contar un cuento de 5 minutos
¿Quieres tú empezar el cuento?
No, no. Me gusta más leerlo.

“- No, no -, decía una mujer cada vez que le sacaban de sus casillas -” (¿Ves cómo empezaste el cuento?)

“Era una joven. Era toda una mujer, sólo que en su entorno la veían como una niña”.

¿Te está gustando?
¿Ya está? ¿Acaba así, tan pronto?

Los cuentos están vivos… y sólo tú sabes por donde va a ir el cuento…
Sí, pero se me ha hecho muy corto.

(Hay un silencio)

¿En qué piensas?
Estaba pensando que...
Que me ven como a una niña.

¿A ti también te pasa lo mismo que a la prota del cuento?
¿Y a ti? ¿A ti también te ven cómo el que cuenta el cuento?

La niña iba con Cara de calcetín, un amigo que ella tenía. La gente le decía de malos modos que era un muñeco de trapo feo y viejo, pero ella le tenía mucho cariño. Cara de calcetín era el único que le sonreía y le entendía. Ella le miraba al trasluz de la luz del sol y calcetín era su alegría sonriendo entre los rayos del mediodía. Un día, un par de amigastras un tanto malvadas, secuestraron y escondieron a Cara de calcetín y le dijeron a su mejor amiga que se habían deshecho de él, como se hacía con la ropa vieja y en desuso para que aprendiera a no tener la cabeza siempre llena de pájaros.

En realidad tras observar a Cara de calcetín como si fuera un objeto mágico sin saber cómo se utiliza, las amigastras no le encontraron ninguna utilidad y le arrojaron a un pozo sin contemplaciones.

Perdona pero no me gusta nada este cuento.
Bueno... puede ser, pero aún no has leído casi nada de él. ¿Quieres que continúe?
Bueno, continua, pero si sigue así…

Continuo entonces:

Entre risas cuando vieron el disgusto que tenía al no hallar a Cara de calcetín, le conminaban para que encontrara un muchacho que ganara un jornal y le diera una alegría a sus padres en forma de nieto, y para ello antes que vistiese de otra forma. Una mujer tenía que seducir y engalanarse y hacer lo que le dijeran para así mantener una cierta independencia, como había sido siempre. Pero a ella todo aquello le parecía vacío y sin sentido. Y sin Cara de calcetín, fue entrando poco a poco, en una melancolía de la que no salía ni cuando el rocío golpeaba su cara con el frescor de la mañana.

Sus amigastras pronto se olvidaron de ella. Puesto que un buen día llegó un relojero al pueblo con la intención de quedarse como nuevo vecino de aquella aldea. Era la comidilla de la comunidad. Todos fueron a ver de quién se trataba. Ella aprovechó, siempre que podía a buscar en los pozos, humedales y algunas cunetas de los caminos de acceso a la villa para ver si entre despojos encontraba a Cara de calcetín, su amigo del alma. Se preocupaba por él y se imaginaba que estaría entre el frío y la oscuridad de algún vertedero bajo montones de ropa vieja, con lo que le gustaba a Cara de calcetín los rayos del mediodía.

El relojero era muy afamado y tenía mucho dinerillo, por lo que despertó entre sus nuevos clientes un cierto interés, pero todo lo que gozaba de mañoso con las manecillas y los engranajes minúsculos lo acumulaba de avaro y un avaro con mayúsculas.

Era ya entrado en años, un tanto rechoncho y capullín. Enarcaba una ceja minutos antes de que se enfadara y el nerviosismo llevaba a vehemente cabreo cuando le temblaban hasta las pestañas y siempre terminaba en un ataque de furia en el que arrojaba gorjeos sin sentido, insultos y palabras malsonantes contra quien permaneciese a su lado.

El relojero era muy perfeccionista y tenía un hijo a quien no quitaba el ojo de encima, a quien no paraba de aleccionar continuamente, a quien su presencia y sus continuos enfados hacían de su paciencia una gran virtud pero que no comulgaba en nada con su padre. No era gran cosa, pero la fortuna de su ascendiente le encumbraba como uno de los objetivos de las casamenteras del pueblo entre las que se encontraban las amigastras de nuestra protagonista.

Ja,ja,ja. Iban como lobas a por él. ¿No?
Sí, pero el muchacho no buscaba ampliar su fortuna, ni golfear disfrutando de la vida sin comprometerse con ninguna, prometiendo a todas lo mismo (lo que querían oír). No, desde luego que no era como su padre en ningún sentido.

¡Qué pueblo! ¿Eran muy materialistas no?
Y en que ciudad o pueblo o barrio no lo son ;) ¿Acaso no conoces a un montón de gente así?
Vaya… que sí.

Sí, eran cazadoras que buscaban abalanzarse sobre una presa y no parar hasta conseguirla y utilizaban todo tipo de argucias. Decían ser mujeres pero no eran más que niñas malcriadas buscando evadirse de una situación vital vacía que reproducía un modelo de vida desde casi siempre.

Sí, pero… ¿Te estas pasando no? Digo que… ¿No era un cuento de cinco minutos?

Sí, pero los cuentos son algo vivo… y se sabe cómo empiezan pero… no cuando terminan. Este ya es un cuento para algo más de cinco minutos.
Por favor sigue, ya estoy intrigada con saber qué le ocurrió a Cara de calcetín.

Ellas, vestidas de pitiminí, movían sus curvas, pavoneaban sus plumas y lucían sus caros y ridículos sombreros, eran funambulistas con las alambres de sus cancanes y las cuerdas de sus corsettes. Apenas eran capaces sus sostenes de albergar la abundante inmundicia que se generaba en sus pensamientos. Y con ese panorama el hijo del relojero estaba hasta los… cojinetes y las áncoras.

Ja,ja,ja.

Pavoneándose aquí y allí, mostrando carne por doquier, a él eso no le gustaba. Disfrutaba cuando le miraban a los ojos y titilaba una mirada viva y cristalina. Cuando se cruzaban sonrisas sin mover los labios, cuando había complicidad y se compartían sentimientos de forma casual. Todo ello llevaba al hijo del relojero a escaparse siempre que podía de esos compromisos, que su padre contribuía a auspiciar y a ocultarse lejos de aquella jauría humana. Le encantaba adentrarse en un bosque siguiendo la luz que se colaba entre los arbustos y oír los ruiseñores y jilgueros, contemplar de vez en cuando algún carbonero, maravillarse con su canto de canario y su colita tiznada de negro. Perseguir a los colibríes para ver paradas sus alas, que nunca conseguía pero se esforzaba, y se esforzaba y venía hacía delante y hacía atrás, y una vez no se dio cuenta y ¡Zas!

¿Qué le pasó?
No sé

Que se cayó a un pozo.
Ja,ja,ja. Pobre, y encima a un pozo…

Tras comprobar que no tenía nada roto, e intentar salir varias veces, tras resbalarse y ver que era imposible salir sin ayuda de fuera, comenzó a maldecirse de forma inconsciente, siguiendo el esquema que tantas veces había escuchado a su padre. ¿Por qué seré tan despistado? ¿Por qué iré haciendo el bobo y no buscando una novia de alambre como quiere mi padre? Cuando se cansó se echó a dormir y se hizo de noche. Tras despertarse con el clarear del alba gritó y gritó, pero nadie le escuchaba. Al no aparecer por su casa ni para cenar, ni para dormir, su padre organizó una batida y todo el pueblo iría en su búsqueda.

Grito a grito pasaron por su mente todas las posibilidades y el hambre no ayudaba a tranquilizarse cuando más desesperado estaba, cuando el sol rozaba su cenit; la sombra de una sonrisa le sacó de su ensimismamiento. Escuchó una voz y una mano de tacto de tela se posó en su hombro. Se sobresaltó y se echó hacia atrás. La voz le dijo: -No tengas miedo-,-Yo te ayudaré-.

¿Sabes quién era?
¿La niña que lo estaba buscando… su mejor amiga?
Nooooo.

¿No? Entonces ¿Quién era?
¡Era Cara de calcetín!

Cara de calcetín con su mano de trapo se había apoyado en el hombro del hijo del relojero y le dijo a éste:
- A mi me han tirado a un pozo y me han puesto de inútil para arriba -. Yo también estaría solo y desamparado pero tengo una amiga, ella nos encontrará y nos ayudará.

Ja,ja,ja. Menos mal.

Y el hijo del relojero se puso muy contento. Gritó de alegría, se reía, y al poco rato cuando una nube ocultó la sonrisa de Cara de calcetín le preguntó ¿Qué te ocurre? ¿Por qué no te alegras? ¿Acaso no va a venir tu amiga a ayudarnos?

El viento empujó la nube y con los rayos de sol Cara de calcetín no volvió a sonreír. Al poco rato le comentó: - No sonrío por que no sé cuando vendrá -.- Llevo aquí 3 días -. El hijo del relojero estuvo a punto de coger a Cara de calcetín y tirarlo lejos pero vio que lo único que conseguiría era quedarse solo sin resolver nada. Al menos Cara de calcetín trataba de ayudarlo, le ofreció su consuelo y su amistad. Charlaron largo y tendido entre ambos. Cara de calcetín le hablaba de su amiga de cómo las mujeres la consideraban una niña que construía castillos en el aire pero él sabía que era una mujer y amiga de sus amigos y que haría todo lo posible por encontrarlo.

¿Y qué hacía la amiga del Calcetín?

La mujer joven tras buscar y buscar encontró un botón descosido que siempre identificó con uno de los ojos de Cara de Calcetín y se armó de valentía y arrojo y se dirigió hacia sus amigastras, les increpó y amenazó y no cejó en su empeño hasta que terminó por indagar el paradero de su mejor amigo.

Las batidas del relojero, pese a contar con muchos medios no obtuvieron el resultado esperado.
Las horas pasaban y ni unos, ni otros, conseguían encontrarse. El muchacho empezaba a perder la esperanza pero Cara de calcetín le insistía. -Vamos a probar algo que seguro que no has hecho-.- Yo cuando estoy como tú mi amiga siempre me eleva en brazos y me coge con todas sus fuerzas-.- Prueba tú, por favor-.- ¿Yo?¿Pero si tú no tienes brazos? Y en eso sólo creen los críos y los ilusos.-.- ¿Ah, sí? ¿Acaso tus manecillas y volantes dentados te van a ser más útiles en esta situación? Le dijo Cara de calcetín.

Y al final el hijo del relojero lo elevo en alto y comprobó cómo al trasluz Cara de calcetín sonreía provocándole una amplia y enorme sonrisa así mismo. Le revitalizaba y confortaba, era probablemente el primer abrazo que recibía de un amigo al que le había abierto su corazón de trapo sin pedirle nada a cambio, sin ningún interés de fondo. Y al ser consciente de ello, comenzó a reír y a reír y reía tan alto y con tantas carcajadas que le encontraron.

¿Quién le encontró?
¡La amigaaa de Calcetín!

Siiiiiiiiiiiiii.

Y pidió ayuda a voces y al instante acudieron miembros de una batida, entre ellos estaban las amigastras de la chica y les ayudaron a sacar al hijo del relojero con Cara de Calcetín entre los brazos. Ella al ver a su mejor amigo a salvo gracias al hijo del relojero le miró a los ojos, con una llama titilante cuyo combustible era el agradecimiento, la ternura, y un gozo enorme, y el hijo del relojero se quedó prendado en aquel instante. Ella le abrazó y le besó en la mejilla, le agradeció y le agasajo cuanto pudo. Y corriendo se lo llevaron delante de su padre, todos corrieron menos un ayudante del alguacil que tras sacar al muchacho le pareció observar algo raro en el pozo y se quedó a investigarlo.

Al llegar al pueblo el relojero tras el aviso ya acudía a reencontrarse con su hijo y al verlo, profundamente agradecido le preguntó al ayudante del alguacil quién era la persona que lo había encontrado, pues la recompensaría con creces, y como estaba harto de que su hijo no encontrase una novia de su altura, arreglarían una boda por todo lo alto. Tras escuchar estas palabras, las amigastras con los ojos oblicuos y sonriéndose entre sí avanzaron dando un paso y diciendo a la vez: -Nosotras lo vimos-.-¡Queremos las 3 casarnos con su hijo!-.

Era tal la envidia de las amigastras, tal el amargor que sentían al imaginarse a ella que aún jugaba con muñecos de trapo, que les ganara en su objetivo de casarse con tan buen partido que no pudieron resistirse a engañar a todo el mundo. Días después se concertaría la boda con la mayor de ellas, siendo las otras dos las madrinas de honor.

Pero y la chica ¿No dijo nada?¿Consintió que le pisaran así?

La chica pataleó hasta en el suelo, ahora que había encontrado a una persona auténtica que salvó, y con el que compartía la amistad de Cara de calcetín, alguien que le respetaba y trataba como mujer y no como a una niña.

Y él lo mismo, se opuso con todos los medios a su alcance pero no sirvió de nada, la boda se concertó entre los padres y la chica era huérfana de padre y a su madre no la tuvieron en cuenta.

Pues qué injusto.
Como la vida misma. Muchas veces nos encontramos con situaciones injustas o que otros de forma más rápida y con mala fe nos adelantan o trepan sobre nosotros echando por tierra nuestro trabajo.


¿Se acaba así? ¿Se casan?
Sí, pero no ha acabado aún. Los enamorados, con la complicidad de Cara de calcetín y su gran habilidad para pasar desapercibido, organizaron un plan para fugarse los tres y poder iniciar una nueva vida en otro pueblo, aunque empezando de cero y en un lugar desconocido.

El día de la boda ha llegado. La chica le dice al hijo del relojero que ella no quiere que él sacrifique su oficio y su vida por fugarse con ella, él le insiste que sí lo hará. Las amigastras retocan sus últimas alambres y plumas en tocados y vestidos, pensando en el alto tren de vida que les espera gracias a la fortuna del relojero y su verborrea en el momento oportuno.

Y esa mañana el alcalde está nervioso, le tiembla hasta su mostacho reglamentario y es parco en sus dotes de agradar al vecindario. Cara de calcetín vestido con sus mejores trapos, el novio con su traje impecable y la novia y madrinas llorando de la emoción.

Cuando a mitad del oficio religioso y con el ruido del ferrocarril detrás de sus espaldas irrumpen en la iglesia el ayudante del alguacil junto con el alguacil de una aldea cercana que grita: ¡! Sí, es él. Ambos esgrimen su armas reglamentarias y mientras le leen sus derechos: -Quedas detenido por el asesinato y la suplantación de la personalidad de tu hermano gemelo, un relojero que desapareció en un cercano pueblo y cuyos restos han aparecido en el pozo donde tu sobrino (y no hijo) cómo a todos engañaste y creíste hacerte pasar, incluso a él mismo.

¿Y nuestra boda? ¡Señor cura, cásenos ya! Mientras la amigastra mayor impelía al sacerdote, el hijo del relojero se lanzó con la precisión de sincronizar relojes a intentar estrangular a su tío y asesino de su padre, pero al serle impedido por los alguaciles, dijo a voces:

 -Sí, hay boda, pero no contigo-.- Yo quiero a una mujer de verdad y no estas niñas malcriadas-. Su enamorada le quitó el tocado a la amigastra mayor y se lo puso así misma y, tras mover las plumas delante de ésta y sus hermanas, miró al hijo del relojero con esa complicidad que sólo ella era capaz de esbozarle y que a él tanto le gustaba.

Cuando salían de la iglesia con los rayos del mediodía sobre sus cabezas cogieron entre los dos a Cara de calcetín y le dieron un abrazo, tan fuerte y sincero que el muñeco de trapo no volvió a pronunciar palabra.

Pero tampoco hacía falta ellos sabían que su amigo estaba ahí y podían darle un abrazo cuando lo necesitaran y quien sabe si con el tiempo les volvería a hablar y ayudar como el mejor amigo que siempre fue.

Chema García
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