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El Elefante encadenado





Recibido en mail de mi amigo Javier C.
(Gracias por darnos a conocer este cuento y esos maravillosos comentarios)



Hoy toca un cuento. Se llama “El elefante encadenado” y es uno de los más famosos cuentos de Jorge Bucay que nos explica porqué actuamos, cómo actuamos y cómo podemos cambiarlo.
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces?

¿Por qué no huye?

Cuando tenia cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia:

- Si esta amaestrado, ¿por que lo encadenan?

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y solo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mi alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.

Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo.

La estaca era ciertamente muy fuerte para él.

Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...

Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal acepto su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree - pobre- que NO PUEDE.

El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.

Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...


Jorge Bucay








No podemos rectificar el pasado, pero afortunadamente podemos cambiar nuestro futuro pero parece que el "no" continuo no nos deja. Todo cambia pero no lo vemos. Vamos por el mundo atados a nuestras estacas condicionados por el "no".

¿Por qué no vamos a aprobar una oposición que hemos suspendido otras veces? ¿Por qué no voy a trabajar en ese sitio que tanto deseo? ¿Por qué no vamos a poder cocinar una paella porque otras veces se nos haya pasado el arroz?....... Y ¿por qué no intentarlo de nuevo? El pasado fue ayer y hoy es el momento. Probad vuestros "no". A lo mejor os lleváis una sorpresa :-)

Para acabar os pongo una frase:

“Lo que usted crea es el resultado de lo que usted cree” Edward Bono


Javier C.

"Varlania" !Adelante! !Ven y sueña!





Hoy me erijo desde las alturas, para poder divisarlo todo con un poco de retrospectiva, cómo el Ángel de Llímona que veis arriba y desde ahí, hacia dentro, sobre volar brevemente una tierra que emergió muy recientemente, quizá por las brumas no dejaban acceder a ella.

Hace poco tiempo, entre las vendas que a menudo la niebla pone a la luz del día y las que nos ponemos nosotros mismos sin apenas darnos cuenta, comenzó a dar este blog sus primeros pasos.


Cómo casi todo en esta vida, las creaciones surgen tras procesos convulsos, de cambio, de dolor por dejar ciertas opciones atrás pero con la ilusión y la alegría de los vivaces destellos de fuegos artificiales, a la espera de ese fulgor, de ese día a día, de esas nuevas experiencias, de la plasmación de nuevas palabras y letras. De ese baile de párrafos y versos que nos exonera de una conciencia que a veces se vuelve rebelde y nos muerde en la mano como un perro a quien nos hemos confiado y otorgado el papel de líder de la manada, aún cuando sabíamos las consecuencias de lo que podría ocurrir.


Pero lo cierto es que para avanzar y buscarnos nuevas oportunidades, nuevas formas de vida, nuevos contactos con campos y facetas antes apenas conocidas uno ha de ser valiente, ponerse el pañuelo de revolucionario en el cuello y mantener la fe y el pundonor en aquello que cree. En aquello por lo que lucha, independientemente de que los sueños sueños sean (cómo nos decía el genial Calderón de la Barca en "La vida es sueño") o no. No nos equivocamos si afirmamos que sin estos los colores de las flores sería cómo observarlos en blanco y negro, los sabores de las comidas sería degustarlas sin especias y las emociones aparecerían encadenadas y su hastío nos haría enloquecer configurando un descomunal agujero negro que todo lo engulliría a la velocidad de la luz.


Pero no todo es tan ácido, en geología existen las bases, los alcalinos para que se dé un cierto equilibrio y una tendencia hacia ciertos extremos. Y eso desde que somos especie con visos de extenderse allende el polvo cósmico, desde que surge la consciencia en uno mismo uno adquiere la responsabilidad de llevar sobre los hombros la existencia con mayor o peor fortuna, con abundantes o inexistentes sonrisas. Todo forma parte de una rueda cuyos radios son miles de voces que nos alegran o nos atormentan dependiendo del lugar, momento o racha determinada.


Aunque por supuesto todo depende del contexto, el contexto es muy importante, esa parte comparativa que nos hace tomar conciencia real del lugar en el que nos encontramos frente a un referente. Un referente dejado como los conos de un nuevo y provisional carril de tráfico y viajando en un vehículo nosotros llevamos las riendas, la dirección del volante y la capacidad de acelerar o frenar, pero el contexto en este ejemplo, serían las curvas o rectas del trazado, el estado del pavimento, las condiciones meteorológicas, lo acumulado en el bagaje de las experiencias, la capacidad de acción-reacción y su ubicación en cuanto a uno mismo, en cuanto a quien nos rodea, independientemente del grupo de pertenencia al que le demos mayor o menor valor.


Sin embargo y a pesar de las apariencias somos en exceso simples, previsibles, conformistas, investigadores de las tranquilidad, la comodidad, el sentir y el asentir para que podamos mantener y dirimir nuestra forma de vivir. Elegida o no defendida a capa y espada, con pundonor, con arrojo y en ocasiones con veleidosa excrecencia. Pura ciencia esto de escribir.


Un bebé sin apenas dos meses de vida y sus ojos ya los tenía orientados hacia unas nubes que se deslizan por el viento que nos une a todos. Alguien podrá sugerir que esas nubes de formas tan diferentes y de latitudes y longitudes tan dispares confluye en las autopistas de los datos de la red de redes como los planetas orbitan en torno a las estrellas y probablemente tenga razón.


No dejan de ser huellas en el aire, como trazados de vuelos de aves que marcan con mayor virulencia ciertos giros y requiebros ante lo vivido, ante los duros días de aires enloquecidos y que "a priori" era imposible predecir.


No vayamos más lejos, no apuntemos ni adelantemos acontecimientos, simplemente como esa paloma mensajera que atraviesa burlando depredadores, tendidos eléctricos, postas y perdigones de cazadores, envolventes y maravillosos olores, lo cierto es que de momento y ya son casi dos meses, unos jinetes que deslizaban sus sombras entre las ventosas noches de marzo, y que bebían de unas fuentes subterráneas, cuya esencia conformaba la propia esencia del conocimiento, aquellos mitológicos y legendarios habitantes de Varlania seguirán conduciendo sus pasos hacia delante, hacia el futuro, hacia nosotros mismos... hacia "Varlania" Tierra de leyenda.


Por lo tanto me gustaría mostrar mi más sincero agradecimiento a todos los que pasáis y paráis con mayor o menor tiempo por estas tierras. Me gustaría conocer vuestras impresiones, opiniones, críticas y sugerencias, pero sobre todo me gustaría daros las gracias por hacer posible este pequeño rincón de ese gran bosque que es el mundo y con lo grande qué es el orbe es un maravilloso placer contar con vuestra presencia. Amigos, compañeros de viaje, !Adelante, ven y sueña! !Varlania te espera!
Y siempre, siempre, siempre hay una luz por negro que todo parezca, nada hay bajo el sol que no tenga solución cómo perfectamente refleja la canción de Warcry... "Nada hay bajo el sol que no tenga solución, nunca una noche venció a un amanecer"


Islas Baleares: Origen de su nombre





Islas Baleares: Origen de su nombre.

Foto tomada por Xose Castro en http://serturista.com/


“Sin manto descalzas como esclavas, solían limpiar al alba, el
espacio en torno al altar de Atenea, con la cabeza descubierta, aún cuando
llegaran a la gravosa vejez”.


En ese fragmento de un poeta griego del siglo III a. C. se comenta una escena cotidiana en Troya, sobre el altar dedicado a Atenea, una diosa que da nombre a la más famosa de las polis griegas: Atenas. Licofronte de Calcis sería el autor de los mencionados versos y el poema se llama Alejandra (o Casandra) y relata las aventuras y desventuras de esta princesa en plena y homérica Guerra de Troya. Casandra hija de los reyes de ésta ciudad, sería la primera mujer en ser bendecida con el don de la profecía pero al rechazar al dios Apolo (de quien era sacerdotisa) sería castigada con la falta de credibilidad, podría ver el futuro pero nadie la creería como así ocurrió. Al contrario que nuestros políticos que aseguran una y otra vez ver un futuro maravilloso y se equivocan estrepitosamente.

Su nombre se asociaba al infortunio, a los días infaustos, debido a la cruel suerte que corrió. No en vano una de las últimas películas de Woody Allen se denomina El Sueño de Casandra. Esta fama se debe a que tras la derrota de los troyanos a manos de los danaos allá por el 1200 a. C. fue violada por Ayax mientras trataba de asirse a la estatua de la diosa Atenea, pensando tal vez en que los hombres respetan las prohibiciones de los hombres cuando los dioses transitan por el medio con sus interdictos morales, pero no fue así. Para colmo mientras fueron asesinados sus reales familiares ella perdió la cordura y en ese transcurrir de tragedias “a la griega” acabaría sus días por la espada al lado de Agamenón rey de Micenas de quien estaba destinada a ser su concubina. No está demás en estos días inciertos en que ser mujer y sobrevivir es un arte, exponer este párrafo y condenar vehementemente la violencia de género.


Foto tomada de http://www.artehistoria.jcyl.es/Casandra en el Altar de Atenea en Troya
Según los estudiosos en una isla muy cercana a Atenas, por las mismas fechas en las que era escrito el poema Alejandra, nos encontramos en un edicto por primera vez la palabra pirata o peirates que se piensa procede de la palabra peira, que significa tentativa, intento por la fuerza de apoderarse de algún botín. Cómo no podía ser de otra forma los piratas aparecen asociados a las islas y el Mediterráneo no fue una excepción.

Licofronte de Calcis en el mencionado poema nos narra como unos fugitivos de la Guerra de Troya acaban por llegar a las islas Gimnesias (Mallorca y Menorca). Gimnesias significa literalmente “Desnudos, sin armadura” es la misma raíz griega de nuestros gimnasios (en su origen academias de formación completa, intelectual y física de las élites helenísticas; y cómo los griegos hacían deporte desnudos…) y cuyo nombre se debe a los sensacionales honderos mallorquines y menorquines considerados entonces sin impedimenta (pertrecho militar de infantería pesada como lo eran los hóplitas y por lo tanto sin protección, “desnudos”) y muy apreciados por su valor, audacia y destreza con las hondas. De tal manera que Licofronte nos relata:
Y otros, después de navegar como cangrejos en las rocas de Gimnesis [Mallorca y
Menorca] rodeados de mar, arrastraron su existencia cubiertos de pieles peludas,
sin vestidos, descalzos, armados de tres hondas de doble cordada. Y las madres
señalaron a su hijos más pequeños, en ayuno, el arte de tirar; ya que ninguno de
ellos probará el pan con la boca si antes, con piedra precisa, no acierta un
pedazo puesto sobre un palo como blanco.

Los griegos llamaron Pitiusas a Ibiza y Formentera por los numerosos pinos que las cubrían. De Pity (pinos) y ousas (islas) aunque éste último término es de origen oriental y casi con toda seguridad fenicio. Como fenicio fue la fundación de la ciudad de Ibiza y el nombre que a la postre adoptaría todo el archipiélago: Baleáridas o Islas Baleares (con el mismo significado de extensión cubierta de pinos) y los descendientes cartagineses de los fenicios cuyos líderes más destacados, Hannibal y su hermano Asdrúbal, darían buena cuenta de estos honderos frente a los romanos.

Los romanos adoptarían este último término y se harían eco de los famosos honderos tras asediar la isla de Mallorca por dos años. Tras conseguirlo incorporarían a estos soldados a los cuerpos de auxilia de la infantería romana, como bien nos relata Julio César en la guerra de las Galias. Un magnífico ejemplo de su descripción y reconstrucción histórica se encuentra en las novelas históricas El Último Soldurio (Javier Lorenzo), El Tirano (Valerio Mássimo Manfredi) o Honderos de la Menor (Pep Gómez Arbona).


Jaime I El Conquistador
Con el transcurrir de los tiempos cuando Robin Hood disparaba flechas en el bosque de Sherwood y Ricardo Corazón de León era rey de Inglaterra por dos veces, una hermana suya y cuyo nombre tiene por dictado llevar la actual Infanta de España (Doña Leonor) e hija de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias. Como decía la inicial princesa de Inglaterra se convirtió en Reina de Castilla tras su matrimonio con Alfonso VIII (ambos enterrados en las Reales Huelgas de Burgos). Ese período de finales del siglo XII y comienzos del XIII también fue testigo de cómo desnudos y descalzos volvían algunos miembros de las tropas de Jaime I El Conquistador, tras los ataques piratas con origen en las Islas Baleares. Por fin tomada Valencia, el monarca educado por la Orden del Templo de Jerusalén o más conocidos como Templarios, pudo emprender en las primeras décadas del siglo XIII la toma del archipiélago entrando por Santa Ponça hasta que Medina Mayorqa (Palma de Mallorca) capitularía tras su asedio en 1231, incorporado al Reino de Aragón, de Valencia, de Mallorca, condado de Barcelona y Urgell; y señorío de Montpellier.





Vídeo etnográfico sobre cómo se realizaban las hondas de forma artesanal hasta hace unos años. Interesante ver los resultados de la efectividad de la honda balear al final.

Cantos de sirena de un mundo cercano IV (Fin)





Su voz tintineaba, era metálica: Es un arpa mágica. El guerrero dio la vuelta al caldero de bronce y tras sentarse en él comenzó a tocar el instrumento, mientras cantaba. Era un Nostoi, un canto de tristeza dedicado a rememorar a los héroes de una guerra.

Tan triste y tan emotivamente bella, tanto sentimiento le puso el buen Dagda que al acabar y acercarse a contemplar el magnífico instrumento que había fabricado, observó unas letras grabadas que no recordaba haber cincelado. Se leía en el arpa: “Si con tu vida acarreas pena, tócame y concurriré con el fin de su condena”. Dagda, perplejo no salía de su asombro.

- “Ten cuidado”-, susurraba el árbol, puedes ocasionar la muerte de quien te escuche si sigues tocando algo tan triste…

Dagda hizo caso omiso y continuó con su música, ésta vez se acordó de su hija, lo que más quería, recordaba cuando la tuvo en brazos por primera vez, su sonrisa, su rostro tan lleno de vida, deslizó los dedos entre las cuerdas con suma alegría y como la vez anterior interpretó e interpretó magníficamente su arpa, tanto que ahora se leía: “Con gusto y delicadeza me has de tocar y la vida de tus canciones haré soplar”. El árbol comenzó a susurrar de nuevo. El inmortal lo miró y le dijo: si, ya sé que debo andarme con cuidado, puedo crear vida a través de ella...

Al arbusto no le dio tiempo a contestar antes de que la barcaza comenzara a tambalearse y a acelerar su velocidad provocando una sacudida y una aceleración inconcebible. !Que ocurre ahora! El abedul contestó: -“A mi no me mires yo nuca había salido al espacio-.- Muy gracioso, como si yo lo hubiese hecho antes”-.

La nave incrementó tan violentamente su movimiento que derribó a Dagda provocando su caída. El guerrero se apoyó en el instrumento de cuerda y se incorporó, al conseguirlo leyó en ella “Nuestro fin está cercano, un holocausto agujero negro nos ha encantado”. El inmortal sonrió como si poco le importara y comenzó a tocar con una viveza y con una felicidad de la que salieron las melodías más hermosas escuchadas antes. Mientras tanto las pupilas de Dagda brillaban más y más, por la emoción que sentía al escuchar tan delicioso canto, hasta emitir una luz tan grandiosa que se observaba a leguas de distancia e iba creciendo y creciendo hasta ser absorbida, junto con la barcaza por el encanto del agujero negro.

“- Eso que has contado son tonterías, dijo una sirena -. - No le hagáis caso le respondió otra -.- Sigue contándonos ¿Qué pasó con el agujero negro, destruyó la barcaza y a sus tripulantes? -.- En cierta medida si-.” Respondió la narradora. La sirena díscola se alejó hacia las profundidades buscando los escasos rayos de luz que procedían del fondo del mar.
“-¿Cómo?-”. Preguntó una de las cuatro jóvenes sirenas que aún seguían expectantes escuchando la historia.

“-El agujero negro absorbió a la nave y engulló a nuestro protagonista sin remedio, pero veréis que pasó a continuación, para eso necesito que cerréis los ojos.-”
Todas cerraron los ojos. “-Podéis abrirlos. ¿Qué veis?-.” “- Algas -”. Dijo una.
“- Las algas y las plantas son los restos del árbol que salvó Dagda. El océano brotó de la planta como agua salió del dedo de Dagda para que pudiera beber en su viaje. ¿El cielo? Lo que quedó de la membrana protectora de la barcaza. ¿Las rocas? Son parte del arpa ¿Y nosotras, las sirenas? Somos una de aquellas canciones tan hermosas que compuso antes de morir. ¿Y la luz y calor del fondo del mar? Es la luz y la emoción de la pupila del inmortal en su tramo final.-”

“- Mirad ya salen rayos de los fondos abisales. !Vayamos abajo¡ !Sí¡ -”.

Las sirenas se deslizaron hacia el interior dejando una quietud en la eterna noche de un mundo que a veces iluminaba su luna por el reflejo de una luz grandiosa que procedía del fondo del mar.

Fin

Chema García Sáez
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Cantos de sirena de un mundo cercano III (Penúltima Parte)




Cantos de sirena de un mundo cercano III
(Penúltima parte)








Su hogar había sido invadido, la magia y las armas habían evitado lo inexorable por largo tiempo, pero no fue suficiente. Los recuerdos iban y volvían y su estado de consciencia le depositó en la barca de nuevo.
Probó a mirar hacia atrás por si alguien había conseguido seguirle, y con mucha suerte divisar algún compañero que no sólo se hubiese salvado sino también le hubiese seguido. Con el transcurrir de las horas la incomprensión fue dejando paso a una incertidumbre mucho más cercana.
- ¿Cómo se encontrarían los que se quedaron atrás? ¿Seré el único superviviente? ¿Se salvaría algún inmortal más? -
- ¿Inmortal? ¡Ja! –
Aquella palabra ya no tenía sentido. Su longevidad, comparada con la de los humanos era extraordinaria, pero la muerte les aguardaba cómo a todos los seres dotados de vida, y si era violentamente, la diferencia desaparecía en un abrir y cerrar de ojos.
- ¿Qué habrá sido de los Tuatha que permanecieron con vida? -
Esa pregunta rondaba una y otra vez por su mente. Se incorporó y tras deambular por la cubierta, se acurrucó sobre las tablas del suelo, tapándose con su propia capa. Necesitaba descansar, echarse a dormir y evadirse por completo en aquellos momentos. Le embargaba un estado de ánimo que no le permitía generar el sueño ni permanecer despierto, mientras el escudo magnético, aquella minúscula perla que esputó, le permitía respirar pero debilitaba sus fuerzas obligándole a reposar.
No tenía forma de saber cuanto tiempo había transcurrido desde que comenzó su increíble viaje, ni tampoco, cuando cayó rendido. Lo cierto es que se sumergió en un profundo y apacible sueño, dominado por la calma, un merecido descanso tras largos días de duras batallas y otro tanto de singular travesía.
* * *
Sintió un profundo impacto a la altura de sus costillas, provocándole un recio despertar. Se llevó una mano a la zona dolorida, buscando alguna herida desde la que manara sangre. Se levantó y observó desconcertado cómo en su zona lumbar no había restos de lesión alguna. Alzó la mirada en derredor suyo y estupefacto contemplaba un fragmento rocoso de color azabache sobre la cubierta, aun con humo saliendo de su superficie. El enorme canto había atravesado su membrana de partículas diminutas, provocando una reacción dolorosa en su cuerpo y había ido a parar a un caldero de bronce derramando el único líquido acuoso que quedaba a bordo.
- Si estuviera aquí Goibniu, El herrero -.- Haría de esta piedra negra un arma mortal para luchar con...-
Detuvo sus palabras, la guerra había terminado. Ya no tenía sentido. Una detrás de otra las lágrimas se agolpaban para recorrer su mejilla. Los sollozos aumentaban mientras sus manos mesaban sus cabellos.
Cuando ya no había más llanto con el que desahogarse, se tranquilizó. Respiró hondo. Su mano izquierda secó sus lágrimas.
- !Si al menos tuviese mi arpa! -.- Un momento, a no ser que... -
Un brillo emocionado destellaba en sus pupilas. La capa blanca con un Lienisad púrpura se agitaba con su movimiento provocando el aparente vuelo del dragón violáceo, otorgándole vida. Al fin llegó a su morral de cuero. Extrajo algunas herramientas y empezó a dar forma al negro metal. No le haría volver, pero le mantendría ocupado. Las lágrimas iban y volvían al son de los recuerdos pero se propuso no parar, por muy apenado que se encontrara.
Cuando la sed se apoderaba de él, con fuerza alzaba sus manos y tras murmurar una fórmula mágica se dirigía a un misterioso abedul de pequeñas dimensiones, la única maceta que había conseguido salvar del puerto de agua dulce, antes de embarcarse a su obligado destierro.
Lo tocó y se lo llevó a su boca logrando beber con avidez, como si su dedo fuese un caño de una fuente. Tras el descanso, continuó trabajando sin desdén. La concentración era absoluta, sus manos se movían con aspavientos perfectamente definidos, se trataba de una hermosa coreografía.
Hasta que se detuvo. Se arrimó al árbol y de la maceta arrancó un largo y delgado cordón de plata que decoraba la maceta. Los brotes de las hojas del pubescente abedul comenzaron a moverse como entre susurros.
El buen Dagda ensimismado en sus propios pensamientos no le prestó atención mientras acariciaba su barba tratando de convertir el alargado cordón de plata en las cuerdas de esa nueva arpa recién elaborada.
Secó el sudor de su frente y mordiendo levemente su lengua exclamó: Te llamaré Aistanag que significa “Despojos de la guerra”. Cogió el cincel y se dispuso a grabar su nombre. Lo intentó, primero suavemente, después con fuerza y tras repetidas ocasiones no consiguió que se leyera lo que pretendía.
Frunció el entrecejo, se alejó de ella. Recorrió la cubierta de proa a popa sin lograr entender nada. Posteriormente se acercó y al observar el lugar donde debería leerse Aistanag apareció:
- “Saludos Dagda”-.- ¿Cómo es posible? -. Pensó él.
Con los dedos índices de ambos puños cerrados se frotó los ojos, para aclararse la mirada y comprobar si se trataba de una mala jugada de su imaginación. Ahora la palabra Aistanag se leía con claridad.
Una risa hilarante salió de su garganta. Lo acontecido le había jugado una mala pasada, o al menos eso pensó él.
En esos momentos los ademanes que perpetraba el árbol eran demasiado estrepitosos cómo para no percibirlos, cuando del mismo salió un susurro que aumentaba de intensidad.
- Saludos, Dagda -.
Una voz metálica, tintineante procedía del Abedul.
- ¿Quién eres? -. Increpó nuestro protagonista.
El silencio fue la respuesta. La planta yacía callada, sin movimiento alguno. Sin inmutarse el Tuatha dio la vuelta al caldero de bronce, donde había caído el extraño objeto que ahora era una hermosa arpa, y tras sentarse comenzó a afinar el instrumento.

(Continuará…)

Chema García Sáez

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